Silent Hill, una de las sagas de videojuegos más rentables de Konami, ya tiene su película. Siempre que se adapta un videojuego el resultado suele ser para echarse a temblar, en este caso el espectador puede albergar de inicio alguna esperanza ya que Uwe Boll no está tras las cámaras.
Que nadie se vuelva loco tampoco. El director es Christophe Gans que tiene en su cuenta las infames Crying Freeman y El pacto de los lobos. En el guión aparece Roger Avary, rehabilitado con Las reglas del juego pero autor de la terrible Killing Zoe.
¿Si juntamos todo lo anterior que nos queda? Pues una película entretenida, lastrada por varias concesiones al mundo del videojuego, con un argumento discutible y un buen diseño de producción.
Yo solo jugué en su día unos diez minutos al primer Silent Hill. Lo que ocurría era que en un pueblo desaparecía todo el mundo, quedaba cubierto de una densa niebla y te tocaba averiguar que pasaba. En la película, tras un breve prólogo en el que una niña sonámbula habla de Silent Hill, la madre se la lleva al pueblo para ver que está ocurriendo. Aquí tenemos el primer interrogante, ¿qué clase de madre lleva a su hija a un pueblo fantasma? No es que lleguen allí de sopetón, es que lo busca en una web llamada Pueblos fantasmas de América.
A partir de aquí la madre y la hija se ven envueltas en un entorno de pesadilla que es lo mejor de la película. Se suceden las apariciones de multitud de monstruos cada cual más extraño que el anterior mientras se van desvelando los misterios de Silent Hill. Sin embargo la trama avanza en base a pistas, como si fuera un videojuego, hasta llegar a un flashback que nos cuenta el argumento. Nada aportan las correrías de las protagonistas o la trama paralela del padre adoptivo (que es totalmente prescindible).
Tras la revelación todo acaba como el rosario de la aurora y te quedas como estabas. Recomendada para excursionistas con linterna y madres adoptivas.
Que nadie se vuelva loco tampoco. El director es Christophe Gans que tiene en su cuenta las infames Crying Freeman y El pacto de los lobos. En el guión aparece Roger Avary, rehabilitado con Las reglas del juego pero autor de la terrible Killing Zoe.
¿Si juntamos todo lo anterior que nos queda? Pues una película entretenida, lastrada por varias concesiones al mundo del videojuego, con un argumento discutible y un buen diseño de producción.
Yo solo jugué en su día unos diez minutos al primer Silent Hill. Lo que ocurría era que en un pueblo desaparecía todo el mundo, quedaba cubierto de una densa niebla y te tocaba averiguar que pasaba. En la película, tras un breve prólogo en el que una niña sonámbula habla de Silent Hill, la madre se la lleva al pueblo para ver que está ocurriendo. Aquí tenemos el primer interrogante, ¿qué clase de madre lleva a su hija a un pueblo fantasma? No es que lleguen allí de sopetón, es que lo busca en una web llamada Pueblos fantasmas de América.
A partir de aquí la madre y la hija se ven envueltas en un entorno de pesadilla que es lo mejor de la película. Se suceden las apariciones de multitud de monstruos cada cual más extraño que el anterior mientras se van desvelando los misterios de Silent Hill. Sin embargo la trama avanza en base a pistas, como si fuera un videojuego, hasta llegar a un flashback que nos cuenta el argumento. Nada aportan las correrías de las protagonistas o la trama paralela del padre adoptivo (que es totalmente prescindible).
Tras la revelación todo acaba como el rosario de la aurora y te quedas como estabas. Recomendada para excursionistas con linterna y madres adoptivas.