21 enero 2007

María Antonieta


Yo no soy de leer críticas antes de ver una película, ni resúmenes ni sinopsis ni nada. De María Antonieta había leído solamente que en Cannes la habían vapuleado. Y eso me había llenado de pánico. Tanto que tardé semanas en enfrentarme a ella. Ahora que recupero comentarios, críticas y artículos, veo que era una media verdad, porque en Cannes recibió tantos aplausos como silbidos. Dividió al público en dos.

Por lo que veo no deja a nadie indiferente. O te encanta o la detestas. Soy de las primeras. Adoro a Sofía Coppola, su modernidad, su sensatez y su inteligencia.


Y con respecto a las críticas me he dado cuenta de que la gente tiene un problema de decepción. Ellos fueron a ver una película y se encontraron con otra.

Lo que pasa es que Sofía Coppola nos presenta una película tan opuesta a lo que se suele hacer en esto de los biopics que es imposible contentar a la mayoría.

María Antonieta cuenta la historia de una joven que con solo 14 años se casa con el delfín, nieto de Luis XV, Rey de Francia. La futura Reina llega a un mundo de ensueño llamado Versalles donde llevará una vida de lujos y glamour.

Para esto Sofía Coppola acerca las dos épocas, la actual y aquélla a través de un juego musical, visual e interpretativo para demostrar que se trata de una historia universal.

María Antonieta es una niña, se despide de su tierra natal y renuncia a todos los derechos sobre el reinado de Austria sin titubear pero cuando le quitan a su perrito llora. Es una niña educada y elegante. En un ritual campestre bastante rocambolesco es presentada al delfín, un chico nada agraciado y muy soso. María Antonieta lo saluda simpática y con garbo empieza su vida como futura reina. Al llegar a Versalles alucina. Es un lugar extemo donde el oro deslumbra y las esquinas se redondean a través de filigranas interminables y flores y querubines y colores pastel y brillo y exceso.

Versalles es un parque de atracciones de lujo para chicas exquisitas. A María Antonieta ni siquiera se le permite estirar la mano para coger un pañuelo, hay una persona encargada de hacérselo llegar. Ella sin embargo cree que todo eso es muy ridículo. Pero la capacidad de seducción de Versalles la reforma enseguida. Y la futura reina que el primer día estiraba la mano para coger el pañuelo, y el segundo día también y el tercero... al cuarto piensa que ¿para qué? Si me lo alcanzan.

Y así empieza todo. Un vida de lujo. Una vida de Reina en un mundo de fantasía y cuento de hadas, sin hadas, con zapatos de abalorios y seda.


A mí me parece que nadie ha entendido mucho el trabajo de Sofía Coppola que intenta con esta película hacer un silogismo con la realidad actual. Qué pasa si cogemos a una niña de 14 años. Le damos todo lo que quiere y le decimos que su única misión en el mundo es engendrar un bebé. Y todo esto además en un lugar alejado del resto del mundo. Que son 14 años ¿eh? Los mismos 14 años que tiene una niña de 1º de Bachiller cuya principal preocupación es tener suficiente saldo en el móvil y comprarse algo en Berschka por si acaso papá la deja ir a la sesión de tarde de la discoteca.

Sofía Coppola es una mujer moderna que pone en entredicho a la monarquía, sus estúpidos matrimonios de conveniencia y claro, la frivolidad de la Francia del Siglo XVIII. Hay momentos brillantes en la película. Me quedo con el sensacional montaje de zapatos, pelucas y pijadas que me ha encandilado (la excentricidad de las All Stars incluida claro). Con la manera de mostrar la muerte del hijo a través del cambio de cuadro en la pared y con el delicioso estilo que tiene la directora de jugar con el punto de vista, haciendo que el volumen de las voces en off nos cuenten como interviene María Antonieta en la escena, si como espectadora o como objetivo de miradas. Y no puedo dejar de nombrar la maravillosa actuación de Kirsten Dunst.

Y para contar todo esto Sofía Coppola nos da una película fría, frívola, elegante y extrema. Y todo queda en Versalles. Porque lo demás no importa. María Antonieta no es reina fuera de Versalles, a medida que el coche se aleja es simplemente una chica que no tiene ni idea de lo que hay unos metros más allá.

18 enero 2007

El truco final (El prestigio)

La nueva película de Christopher Nolan nos traslada al principio del siglo XX para volver a tocar una serie de temas bastante comunes en sus películas, como la identidad o la obsesión.


En este caso dos jóvenes magos se ven enfrentados por una tragedia que les llevará a una vida de eterna rivalidad y profundo odio. Por el camino todo quedará en segundo plano porque el objetivo es ser mejor que el otro al precio que sea. De un lado tenemos al genial pero anodino Borden (Bale) y por el otro al deslumbrante pero mediocre (Jackman).


Lo mejor de la película es la presentación de esa época en la que la gente todavía podía asombrarse por (casi) cualquier cosa y los magos eran uno de los grandes espectáculos de masas. A partir de ahí Nolan juega a hacer magia con el argumento de la película siguiendo las reglas de todo truco: la presentación, la actuación y el prestigio. Para ello vuelve a utilizar una narración fragmentada como en Memento, aunque en este caso se refugia en flahbacks dentro de flashblacks. A pesar de la filigrana la película se sigue sin problemas.


El mayor problema de El prestigio (lo de El truco final es de traca) es que cae en la propia trampa que explica Cutter (Michael Caine): cuando la gente conoce un truco queda decepcionada. Y aquí Nolan no es capaz de esconder sus cartas y se ven un par de ases en su manga desde mediados de la película (si no antes). Y entonces cuando hace el prestigio el público exclama ¡Pff! en lugar de ¡OH!, al contrario que podría pasar en El sexto sentido o Sospechosos habituales.


Y el problema de hacer la película así es que por el camino deja una magnífica historia sin contar y que se despacha con una frase al final de la película. Probablemente todo funcione mejor en la novela porque hay ciertas cosas que es más fácil disimular en papel pero que en una película hay que andarse con mucho tiento para no dejar un pegote que suena a falso.


A pesar de que el juego de espejos entre la magia y el cine o la realidad y la ficción no termine de cuajar, la película se salva gracias al buen pulso narrativo de Nolan y al brillante duelo entre los dos protagonistas, secundados por un Michael Caine tan bien como de costumbre. Hay que destacar a Rebecca Hall que es la protagonista femenina por delante de una Scarlett Johansson que encadena su segundo papel florero tras La dalia negra.